LA SEGUNDA PARTE DEL CUENTO (primera parte)


Los héroes hacen muy malos amantes. 
Lo saben bien Ariadna, Medea, Brunilda y tantas otras; pero es Dido quien recibe la verdadera explicación (lo que no la salva del dolor): Eneas debe partir, porque su destino heroico es más importante que el amor. Los héroes saben que este episodio amoroso no es más que una etapa de su formación de héroe, y mientras están concentrados en su viaje, realmente no se interesan más que por sí mismos; y velozmente huyen en su corcel o velero, si se encuentran con algo que pueda frenar o detener su gesta. 

Los cuentos de hadas nos daban pistas, antes de ser mutilados y domesticados para satisfacer intereses comerciales más bien que servir a su propósito instructivo y recoger el destilado del viaje de la humanidad. 

Ahora el cuento acaba con el beso y luego nos dan perdices; pero originalmente la historia continuaba y la doncella tenía ocasión de hacer su parte del trabajo. Tomemos el ejemplo de la Bella Durmiente: los hermanos Grimm (la Bella Durmiente) la tomaron de Perrault (la Bella en el Bosque Durmiente, la diferencia es importante) y éste de Giambattista Basile (Talia, el sol y la luna), aunque, como sucede con todo cuento sólido, hay más ejemplos y variaciones. Después de despertar a la doncella dormida (o de dejarla embarazada sin más, para que despierte en el parto), el héroe regresa a su patria y la olvida inmediatamente. Entonces comienza la segunda parte del cuento. 

La heroína comienza ahora su viaje, que consiste en resolver dos tareas: encontrar a su esposo, y devolverle la memoria. La primera tarea no es fácil, el esposo está en el País de Irás y No Volverás, en los confines del mundo. Ella tendrá que gastar zapatos de fierro y hacerse ayudar por ogros y vientos caníbales y hasta un pajarero, para dar con el paradero de este caballero elusivo. Y llegará a verlo justo en el momento en que se está casando con otra. Y aquí viene la segunda parte de la tarea: despertar al amnésico (nótese la hermosa simetría: ahora es él quien está dormido). Con alguna astucia mágica (que a veces involucra la inmolación personal) eventualmente lo consigue, y entonces pueden por fin celebrarse las nupcias sagradas. 

Algunos nunca despiertan. Esto aplica para tanta historia de amor incompleta, por supuesto, pero su aplicación más útil tiene que ver con la armonía de los eternos amantes interiores, ánima y ánimus.

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