Pájaros por libros

 
Salgo a comprar más libros, como si no tuviera suficientes, muchos aún sin leer. Y los compro. Y mientras regreso a casa, bien apertrechada como si se avecinara el invierno siberiano, pienso: ¿para qué?

¿Para qué seguir comprando libros, si ya siento tan cerca el aliento de la separación, acompañándome, obligándome a evaluar de qué y quiénes quiero despedirme? La muerte está a la vuelta de la esquina y ni siquiera podré legar mi biblioteca, pues en rigor la cantidad de libros que tengo no hacen una colección: pues para hacer una colección, una biblioteca, un museo, es menester una intención, orden y concierto, un catálogo. Mis libros se amontonan sobre las mesas, sobre las sillas, sobre la alfombra en dos filas de columnas que continúan elevándose, sin terminar de definir órdenes, taxonomías, un índice temático o por autor o procedencia geográfica. Hay cajas de cartón debajo de las mesas y detrás de los sillones, con más libros que me han regalado últimamente los que se mudan, los que parten (mi hermana me dice, atónita: Y tú, ¿los aceptaste?). Ni siquiera me atrevo a llamarlos “mis libros”: como si fueran gatos, como si fueran aves cuyo mejor destino es volar libres. Libros libres. Lo que tengo no es una biblioteca, sino un aviario.

Y es así que, sin embargo, este libro, y este, y aquel otro, me parecen imprescindibles para ampliar una idea, un tema que me interesa. Como ramificaciones infinitas de un árbol fractal, buscando coincidencias, puntos de contacto. Eso: un árbol fractal en que cantan los pájaros del conocimiento (del bien y del mal).

¿Por qué, entonces, seguir comprando libros? ¿Para qué leerlos, acumular conocimientos que como sus páginas se quedarán atrás, peor que sus páginas no se dispersarán sino desaparecerán, como lágrimas en la lluvia? ¿De qué sirven una experiencia más, una emoción repetida, otro pensamiento, nuevas lecturas? Todo desaparecerá.

Sí, todo se perderá en el viento; pero tengo la absurda esperanza de que toda esta vida, mineralizada, al disolverse en polvo y cenizas, volverá a impregnar la tierra, mi ADN fecundará las nuevas semillas, formará parte de la próxima vida.

Como un tren


La función de un buen policíaco de los duros, es dejarte con la sensación de un mundo sórdido y despiadado, sin esperanza; una ciudad violenta y sucia, pero resplandeciente por la lluvia: esa cruda belleza en medio de la mierda es lo único a lo queda aferrarse. Véase El largo adios, Raymond Chandler, y el padre de los detectives duros: Philip Marlowe. Con e.

Me sumerjo en Tren nocturno, de Martin Amis. En menos de una jornada lo termino, y me deja con un muy mal sabor. Maldito, tan diestro con los acertijos. Perfecto para dejar una adivinanza en el aire, sin aclarar que la ha dejado allí, al punto que no todos la encuentran; pero con suficientes claves para que, si te topas con ella, y sucederá a traición, tengas que darle vueltas y vueltas, remontar toda una investigación policial, para desenredar los nudos y terminar con un manojo de cabos sueltos. Una mina enterrada en el camino.

Esta mañana, cuando estaba comenzándolo y no sabía a qué emboscada me enfrentaba, inocente de mí, escribí un corto texto, que además creí que era lateral al tema del libro. Pues no. Era premonitorio. Maldito Amis, excavando en el alma ajena, obligándome a jugar a los espejos, todo un túnel de espejos en el que cuesta distinguir reflejo de imagen, que a su vez es reflejo de otra cosa... Platón, la caverna, Saramago. Ya. Déjame, maldito. Qué buen escritor eres. El perfecto criminal.


POR QUÉ
Uno pregunta por qué ante un suicidio
para cualquier razón tenemos dudas
por qué no es la pregunta adecuada
desesperadamente por qué por qué cuando se mueren
toda muerte se convierte en un suicidio
(a menos que la culpa esté en otro)
y frente a la crueldad de quienes
deciden no amar: por qué, por qué

¿no es el desamor otro suicidio?


Estulticia mediática


Otro mensaje más, en mi buzón electrónico, en que se revelan los entretelones de la política internacional, que tarde o temprano es también nacional.

Siempre me pregunto cómo hacen para enterarse de estas cosas. Casi siempre tengo dudas acerca de la veracidad de un documento que circula así, sin indicar su procedencia; pero finalmente nada de lo que dice me sorprende, más bien pareciera bastante predecible, una especie de secreto a voces.
Más terrible me parece que una persona que está en una posición en la que podría ejercer algún peso para cambiar el estado de las cosas, o por lo menos para hacerse oír desde una posición en la que se supone que tiene cierta credibilidad, decida renunciar, dejando la situación de corrupción en manos de todos los demás, con el resultado que puede imaginarse.
¿Por qué, en vez de renunciar irrevocablemente, no hace algo para que el mundo se entere de forma oficial y no pueda seguir jugando a las escondidas y al "yo no sabía"?
Esto es lo que no tiene sentido.

POR ESO,
si dentro de unos días empieza a circular un comunicado desmintiendo esta carta, indicando que no fue escrita por el ex-secretario general de los derechos humanos, tampoco me asombraré, igual que todo lo que dice puedo creérmelo tranquilamente. Y si después sale a flote que lo obligaron a desmentir su carta, también me lo creeré, porque vivimos en un mundo de maf/gia negra política, donde lo que se ve (o mejor dicho: lo que el común de los mortales, nosotros, la carne de cañón, los telespectadores ya embrutecidos por decenios de entrenamiento estupidizante), rara vez tiene cercanía con la realidad, infinitamente más compleja, ni con sus móviles, infinitamente más sencillos, pues siempre se reducen a buscar más poder, de la forma que sea.
Ellos –los que están enceguecidos con la búsqueda de poder al punto de no querer saber la medida en que sus acciones afectan a otros—también están viviendo una ilusión, por supuesto; y si vamos a ver, diría que prefiero mi ilusión hasta con tintes rosáceos y bobalicones, a la ilusión de ellos, que lo que hace es afear el mundo sin piedad ni ningún tipo ni respeto, ni siquiera por lo que de humanos podrían tener ellos mismos.

Y no sé qué más agregar.


PREMONICIONES Y MUNICIONES

Se avecinan tiempos duros
Oigo sonrisas
Hace años que estamos instalados en los tiempos duros
A todo se acostumbra el manso
Hasta que se harta 

IMPRONUNCIABLE

o: cómo no va a ser fatalista el indio, si todo encuentro con el resto del mundo ha resultado fatal

Lo mejor que tienen las fiestas patrias, especialmente si caen en puente, es la quietud. Incluso el sol es silencioso sobre las monedas destellantes del árbol que tapa mi ventana. Un viento inédito revuelve las hojas del calendario chino. Todo el verde del jardín baila, espectralmente, y el ventilador celebra la soledad absoluta en la ciudad. No queda nadie en el mundo, quisiera que este día se alargara para siempre.

En El curioso incidente del perro a medianoche, el protagonista sueña que todos los habitantes del mundo mueren atacados por un benigno virus; los lectores se horrorizan de su crueldad y lo acusan de antisocial (uno de los peores crímenes en esta benévola sociedad que se encarga del bienestar de cada uno de sus hijos), mientras yo creo que el protagonista no es más que una emanación de lo que no nos atrevemos a desear.



PLAN DE VUELO

No habrá más dudas por mi parte
en la busco busco busco
escribiré sin vacilar coronada
la ere de la palabra
un dos tres por derecho
quince noventa y nueve cien
gárgaro malojo
la palabra mágica que advierte
la persecución ha comenzado
calembur de la paloma
punto y coma cambur
hipócrita pintón

Digo: un limón sobre la mesa de la cocina 
a las cinco de la tarde
Digo: un pájaro vuela muy alto
y su sombra le sigue 

Pero llegan entonces suceden:
la luz la transfiguración el mar
qué puedo hacer qué puedo hacer 
sino anunciar la buena nueva 
antes del próximo naufragio





Saber plegarse a la ley de gravedad


Lo dice claramente Eileen Wade (El largo adiós, Raymond Chandler), en su última carta: «…El tiempo transforma todo lo bello en algo vil, gastado y ruin. La tragedia de la vida no es que las cosas hermosas mueran jóvenes, sino que envejezcan y se envilezcan. Eso no me ocurrirá a mí.»

Ah, pero la valentía no está en salir de escena a tiempo (como hiciera Marilyn, a menos que quiera caerse en la versión conspiratoria): ésa es una salida casi fácil, una salida cosmética. La valentía –e incluso la elegancia—están en aguantar en firme, soportar las arrugas con gracia cuando la juventud se desvanece, sostenerse en la rutina cuando se ha perdido el encanto arrebatador del enamoramiento apasionado, ser capaces de mantener la mirada fresca sobre todas esas cosas de lo cotidiano que podrían aplastarnos con su banalidad, y sin embargo lograr rejuvenecerlas a fuerza de un ejercicio consciente de observación atenta y amor.


XIX (del Manual de aproximación)

Sigo la trayectoria planetaria de los cuerpos, vuelta a vuelta: miro crecer mis uñas y alargarse mis cabellos y mi piel secarse y caerse y renovarse. El rostro se hace mapa y territorio, las líneas de las manos se enmarañan.

Lentamente paso al reino mineral, mis moléculas se reordenan según ritmos cristalinos, los poros y la circulación fijados en coral blanco, en coral rojo. Respiro como una piedra, con vetas y grietas por las que el tiempo se extiende, la misma arena de siempre, los extremos ya romos, irrelevantes.


Amparo del dolor


Se hacen tantas críticas a los amores unilaterales (no por ello improductivos, no por ello fracasados); las buenas amigas siempre están prontas a aconsejar: olvídalo, no vale la pena, deja de sufrir, no te merece. Nada de eso tiene sentido. Pero la verdad, como suele suceder con la verdad, sierpe escurridiza, pececillo viscoso que se resbala entre los dedos, está ya en otra parte. Habría que agradecer el látigo amoroso que nos fustiga para exigirnos la transformación de la oruga.

Alégrate tú que has sufrido el sufrimiento, esto no lo habías sufrido nunca antes.
Lámina órfico-dionisiaca.

Por supuesto, hace falta un alma entrenada para poder apreciar las sutilezas de esta bendición.


NOTICIA DE FRACASOS
Shackleton zarpó en 1914 a conquistar la Antártida
El Apolo 13 salió de la atmósfera terrestre para tocar la luna
Un puñado de improbables jamaiquinos decidió competir
en las olimpíadas de invierno
Yo me senté al telar, para esperarte
e igual que todos ellos
cuento la historia de mi triunfo

(Tú, -que nunca supiste
todas las maneras en que te amé
ni de los diálogos de horas y a deshoras
fuiste mi dueño y te serví con qué fervor
tú que nunca supiste-
fuiste mi victoria mayor)



La mejor patria es un jardín

Cómo se abrazan fracaso y triunfo

Cada hormiga con nombre y apellido

buenas cosas que hacer con libros

Del ADN de cada casa

Migajitas

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