Salgo a comprar más libros, como si no tuviera suficientes, muchos aún sin leer. Y los compro. Y mientras regreso a casa, bien apertrechada como si se avecinara el invierno siberiano, pienso: ¿para qué?
¿Para qué seguir comprando libros, si ya siento tan cerca el aliento de la separación, acompañándome, obligándome a evaluar de qué y quiénes quiero despedirme? La muerte está a la vuelta de la esquina y ni siquiera podré legar mi biblioteca, pues en rigor la cantidad de libros que tengo no hacen una colección: pues para hacer una colección, una biblioteca, un museo, es menester una intención, orden y concierto, un catálogo. Mis libros se amontonan sobre las mesas, sobre las sillas, sobre la alfombra en dos filas de columnas que continúan elevándose, sin terminar de definir órdenes, taxonomías, un índice temático o por autor o procedencia geográfica. Hay cajas de cartón debajo de las mesas y detrás de los sillones, con más libros que me han regalado últimamente los que se mudan, los que parten (mi hermana me dice, atónita: Y tú, ¿los aceptaste?). Ni siquiera me atrevo a llamarlos “mis libros”: como si fueran gatos, como si fueran aves cuyo mejor destino es volar libres. Libros libres. Lo que tengo no es una biblioteca, sino un aviario.
Y es así que, sin embargo, este libro, y este, y aquel otro, me parecen imprescindibles para ampliar una idea, un tema que me interesa. Como ramificaciones infinitas de un árbol fractal, buscando coincidencias, puntos de contacto. Eso: un árbol fractal en que cantan los pájaros del conocimiento (del bien y del mal).
¿Por qué, entonces, seguir comprando libros? ¿Para qué leerlos, acumular conocimientos que como sus páginas se quedarán atrás, peor que sus páginas no se dispersarán sino desaparecerán, como lágrimas en la lluvia? ¿De qué sirven una experiencia más, una emoción repetida, otro pensamiento, nuevas lecturas? Todo desaparecerá.
Sí, todo se perderá en el viento; pero tengo la absurda esperanza de que toda esta vida, mineralizada, al disolverse en polvo y cenizas, volverá a impregnar la tierra, mi ADN fecundará las nuevas semillas, formará parte de la próxima vida.