Hay que firmar para impedir la lapidación de cualquier mujer, adúltera o no, sin duda. Pero lo más terrible de todo no es el hecho de la lapidación en sí, sino el juicio al comportamiento (sexual o no), de cualquier persona. ¿O no?
Hoy en día, año 2010, los tipos aquí en este pueblo quieren acostarse contigo, pero en realidad, en el fondo, prefieren que no lo hagas a la primera, porque entonces eres más valiosa y pueden respetarte. No hace falta irse a Irán. Por eso es que hay que firmar porque no la lapiden, y al mismo tiempo ver muy bien lo que pasa en casa.
O te dan el desinteresado consejo de operarte las tetas, para que te vaya mejor con los hombres. Todavía más brillante, como consejo, si te lo da un tipo con el cual tuviste un romance pasajero (del que probablemente huyó por tus tetas insatisfactorias).
Por favor firma para que cese la lapidación, allá y aquí.
Dicen que hay que aprender a guardarse y mimar la modestia para lograr interesar a los elusivos, así como mantener los ojos gachos para satisfacer su necesidad atávica de cacería; y luego hay que disculparse por mostrar interés, pues la etiqueta incluye tratar la intimidad con mucha distancia y, de ser posible, cierta trivialidad tranquilizadora. Mas yo os digo, en verdad os digo: si queréis probarlos, acostaros con ellos a la primera, y así desaparecerán del mapa los que no interesan. Te arriesgas a la lapidación, pero con ellos se aplica la decapitación. De los que queden en pie, podrán elegirse los eventuales interlocutores y establecer alianzas.