Jardinería prodigiosa y espiritual


Como saben, le llegó la hora al jardín y la emprendimos con entusiasmo, resueltas a aprender alguna cosa y a leer cada acto como una metáfora de las labores de espíritu en el jardín interior. Y así llegamos al segundo día de trabajo. El primer día fue desbrozar maleza, y el segundo recoger y limpiar (ocho bolsas grandes y varios fajos que el camión del aseo no quiso llevarse)… y más maleza. 

Para empezar, aprendimos que quitar las malas yerbas no es cosa de un día. Sobre todo si se han dejado crecer por demasiado tiempo…. Descubrimos que encontrar la raíz central del problema (la raíz del miedo) no soluciona el problema, y que eliminar la raíz del problema puede llevarse varios días de trabajo arduo y mejor si con la colaboración de alguien de confianza. Pues la raíz del problema suele tener infinitas ramificaciones, y mientras no se elimine el origen, seguirán apareciendo por todas partes. Atención, las malas yerbas producen semillas, y si no se ven y recogen con cuidado, ya se sabe lo que pronto ocurrirá. 

Descubrimos que al descubrir la raíz del problema a veces aparecen otras sabandijas, de las que pican, hay que tener cuidado. Y cuando crees que has localizado la raíz del problema, resulta que consigue una más, y otra y otra. Hay varias. Todas imposibles de eliminar a la primera. Me hacen pensar en los baobabs del Principito. Descubrimos que las malezas son muy astutas y tienes excelentes estrategias para sobrevivir: invaden todo el terreno y se aseguran el dominio del territorio. Asegurar un jardín limpio requiere de un trabajo constante. 

Cuando termina el día, acabas molida. Espalda molida, manos destruidas, cortaduras y arañazos por todos lados, mucha hambre y sed, y una fatiga que se extiende igual que la raíz del problema; pero hay que perseverar. Y no es cosa de tener la satisfacción de ver el jardín primoroso al terminar: queda desnudo, pelado, reseco, como un campo de batalla, pues bajo de la maleza no quedaba nada; hay que esperar que la vida haga su trabajo, esperar los ritmos de la naturaleza, que se regeneren los equilibrios de las distintas especies, y puedan florecer a su tiempo. 

Sobre todo, descubrimos que todo el trabajo en el jardín es metafórico y que sólo al ejercerlo a través del cuerpo, entendemos el significado que en la teoría, en el papel, en las palabras, se queda corto. Las células lo registran por medio de la experiencia del cuerpo. 

Y para subirnos el ánimo mientras el jardín reverdece y para ayudarlo a recuperarse con prontitud, nos pusimos a coser y cantar, unas muñequitas como la de Vassilissa la Hermosa, dejándonos sorprender por la voluntad propia que desplegaron en cuanto al peinado que deseaban, y al desarrollo de su cuerpo, y a su ropa y todo. Para quienes hayan olvidado la historia de Vassilissa y su muñequita de la intuición, así como la más maravillosa bruja que vuela en un mortero y vive en una casa con patas de gallina, la tienen completa aquí mismitico:  

Sobre la Baba Yaga

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