Así es. A estas
alturas, es cuando toca hacer lo que se desea: después de toda una vida de
entrenamiento, aprendiendo ética por linaje (del de verdad, no de apellido) o
sentido común. También el dolor es buen maestro, severo como deben serlo los
buenos maestros; y como ellos, sin dejar nunca de ser espléndido en generosidad
y en saber exactamente lo que necesitamos para purificarnos a través del
infierno (aunque sin olvidar tampoco que a la sabiduría se llega igualmente por
el dulce camino de la gracia).
Cómo vivir, según los dictados de un corazón ardiente y
puro, ahí está. Malinche por la lengua. Corazón salvaje, indoblegable. Amor por
doquier. El amor no termina, ahí se queda, te sigo amando igual que entonces, sin
mellarse por la distancia la indiferencia el calendario, según. Cómo saber qué
desear, otro larguísimo aprendizaje. ¿Qué quiero? Tan difícil como: ¿Quién/qué
eres/soy?
Este es el Jardín Original: este estado de gracia. Este momento
bendito de enamoramiento, en que no parece haber diferencias, y las que puedan
verse, son maravillosamente parte del encanto. La recuperación de la esperanza,
de la inmortalidad, de la sonrisa eterna en el horizonte, cualquiera que sea. Saber
surfear esta ola sinuosa, dragón volador con la perla en la boca. Cómo enseñar
a bien desear, qué magnífico taller de verano! Vacacional de ética por sentido
común.
Arcadia es un país utópico, un Jardín con jota mayúscula, el edén perfecto que todos hemos construido alguna vez en nuestra imaginación, el refugio de la inocencia cuando es fruto del sentido común y sobre todo mucho, pero mucho amor: cuando todo es perfecto, en la cresta luminosísima de la ola. Una vehemencia que creía desaparecida, ola más grande y potente incluso que el arrebol del amor. También, aprendo es el asteroide número 1020, parecen cosas del pana principito. Para más Arcadia, wiki:http://es.wikipedia.org/wiki/Arcadia_(poesia)