Tres cosas importantes que tengo que decir


· Una es que la gente se muere, la muerte es un misterio, nada es comprensible, todo cambia bajo su óptica, y los que se mueren nos dejan en el desamparo; la madre, el padre, mi hermana. La familia. Los lazos de sangre con ríos de antepasados. Es lo único que importa, pero sólo nos enteramos cuando es demasiado tarde. Y luego nos pasamos el resto de la vida tratando de llegar a términos con esa situación.

· Las cosas pequeñas. El valor de las cosas simples, que dan una perspectiva justa al resto de las preocupaciones mundanas. La hormiga que camina, la flor que se abre, el cadáver seco de una mariposa, las urgencias del gato. El sonido de la lluvia. Nos conecta con nuestra propia sencillez de nuevo. También somos (o podemos ser) simples.

· Hay que aprender a expresar estas cosas importantes. Hay que encontrar la voz para decirlas, comunicarlas: lo que descubrimos, nuestro terror, el amor, lo inexpresable. Sea en la forma escrita, abrazando, haciendo una colcha con la ropa de la persona que partió o un museo de memorabilia, hay que hacer algo, no dejarlo por otras cosas aparentemente más urgentes.

Y en estas tres cosas importantes, está la relación con Dios, y el encuentro de la justificación de esta pobre vida, esta espléndida vida.

Cocina con libros



El método clásico es ponerlo al horno, a veces con algo de sal gruesa. Para este método proponemos una variante que consiste en cubrirlo completamente con una pasta hecha de sal, harina y aceite. La masa se trabaja bien hasta conseguir una textura homogénea y elástica y se extiende usando el instrumento apropiado, hasta obtener una capa de aproximadamente medio centímetro de espesor. Con ella se envuelve el libro cuidando de dejar espacio entre las tapas y la masa, pues al calentarse se liberarán vapores que necesitas poder expandirse libremente. El libro queda así sellado en una cámara dentro de la cual se cocinará en su propio jugo. Delicioso. 

Otro sistema clásico es hacerlo a la brasa, sobre una parrilla. Con este procedimiento suele obtenerse un agradable aroma de leña ahumada, sumado a un bonito efecto de rayas, que pueden combinarse para formar rombos.

Para prepararlo en sopa, póngase a hervir con suficiente agua y algo de sal. Puede ponerse una hoja de laurel, o mejorana, dependiendo del autor. No se recomienda la cebolla ni otras verduras. Puede usarse la olla de presión para acelerar el proceso, aunque la cocción lenta y controlada suele siempre dar resultados más finos. Algunos libros son susceptibles de prepararse en cremas de textura aterciopelada.

Una receta laboriosa pero que puede dar grandes satisfacciones, especialmente a la hora de presentar el plato en la mesa, es la siguiente: se hace un puré con las tapas y la tripa, conservando un buen número de páginas (escójanse las ilustradas, para más efecto dramático). La mejor y más gustosa manera de conseguir este puré consiste en hacer hervir el sólido en media taza de caldo claro, obtenido mediante el procedimiento explicado anteriormente. Nota: el caldo claro de enciclopedia es el más gustoso. Una vez que ha hervido bien hasta ablandarse (aprox. media hora), se retiran las partes sólidas y se machaca el resto, hasta formar una pasta con consistencia de puré. No es necesario homogenizarlo: algunas letras o incluso palabras sueltas pueden contribuir a una textura más interesante. Este puré se coloca, por medio de una cucharita, dentro de las páginas reservadas previamente, enrolladas para formar un tubo o canelón. Se disponen ordenadamente en una bandeja refractaria espolvoreándolos con queso rallado y se gratinan al horno. El mismo procedimiento puede aplicarse a novelas románticas, para conseguir un grato postre. En tal caso, elimínese la parte del gratinado; tuéstense ligeramente al horno los rollitos rellenos, y déjense enfriar en la nevera por lo menos dos horas. Al momento de servir, adórnense con una cucharada de crema batida.


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