· Una es que la gente se muere, la muerte es un misterio, nada es comprensible, todo cambia bajo su óptica, y los que se mueren nos dejan en el desamparo; la madre, el padre, mi hermana. La familia. Los lazos de sangre con ríos de antepasados. Es lo único que importa, pero sólo nos enteramos cuando es demasiado tarde. Y luego nos pasamos el resto de la vida tratando de llegar a términos con esa situación.
· Las cosas pequeñas. El valor de las cosas simples, que dan una perspectiva justa al resto de las preocupaciones mundanas. La hormiga que camina, la flor que se abre, el cadáver seco de una mariposa, las urgencias del gato. El sonido de la lluvia. Nos conecta con nuestra propia sencillez de nuevo. También somos (o podemos ser) simples.
· Hay que aprender a expresar estas cosas importantes. Hay que encontrar la voz para decirlas, comunicarlas: lo que descubrimos, nuestro terror, el amor, lo inexpresable. Sea en la forma escrita, abrazando, haciendo una colcha con la ropa de la persona que partió o un museo de memorabilia, hay que hacer algo, no dejarlo por otras cosas aparentemente más urgentes.
Y en estas tres cosas importantes, está la relación con Dios, y el encuentro de la justificación de esta pobre vida, esta espléndida vida.